Caminábamos entre los grandes árboles, la vista era preciosa, los rayos dorados del sol del amanecer parecían bañar las grandes montañas que se asomaban al fondo del camino. Admirar la belleza de la naturaleza era gratificante y mas acompañada del amor de mi vida. En nuestro trayecto nos deteníamos a tomar fotos del paisaje.
El camino estaba bien marcado por el paso de otros acampantes que ya habían caminado por aquí, sus huellas se veían marcadas todavía. La cabaña se veía a lo lejos, estaba en lo alto de una pequeña loma, rodeada de grandes robles, muchos turistas la rentaban para poder pasar una o dos noches alejados de las grandes metrópolis.
Después de caminar por un par de horas, llegamos, la cabaña estaba muy bonita y se veía bastante acogedora, la vista de los grandes ventanales en el comedor no tenia comparación. Bruno dejo nuestras mochilas en la habitación, ya casi era la hora de cenar, entonces fui a la cocina para prepararla.
-¿Qué preparas cielo?- me dijo mientras me abrazaba.
-Un delicioso y suculento spaghetti al cilantro- dije dandole un beso.
-Amor podrías poner la mesa, por favor- le dije.
- Si, cielo- contesto.
-Tenías razón, esta delicioso- dijo tomando mi mano -¿Quiéres más vino?- pregunto.
-Te lo dije, lo hice con amor para tí- dije sonriendole -Si, por favor- respondí acercandole mi copa.
-La noche esta preciosa- exclamó Bruno al mirar por el ventanal, que estaba detrás mío; yo voltee a ver atrás de mí, y tenía razón, el cielo estaba despejado, las estrellas brillaban con intensidad y la luna parecía una sonrisa de Cheshire, los árboles sólo eran iluminados por la luna, las estrellas y la luz de las lamparas de la cabaña, sin duda era un paisaje digno de admirar.
-Querida- me llamo Bruno, provocando que volviera mi vista hacia el, mi corazón dio un salto, al verlo, el ya no estaba sentado frente a mi, estaba de rodillas junto a mi, tomando mi mano.
-Ari, estaba esperando una buena ocasión, para decirte lo mucho que te amo, han pasado 3 años desde que comenzamos a salir, eres todo para mí y no me imagino la vida sin ti, Ariadna ¿Quieres ser mi esposa?-
-¡Claro que sí mi amor!- le dije mientras las lágrimas bajaban por mi rostro, mi corazón parecía salir de mi pecho; lo abracé, como si el mundo no importara, sólo el y yo.
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