Caminaba a paso torpe por la
calle mientras las estrellas adornaban el cielo negro, la luz escupida por las
lámparas era débil y no podía ver bien el camino, la calle estaba vacía; llegué
a la puerta de mi casa y saque las llaves de la mochila para abrir la
cerradura; entre y el ambiente era silencioso, todo parecía estar en calma y no
se escuchaban ni los murmullos de mi familia, todas las luces estaban apagadas,
trate de encenderlas subiendo el apagador, no funcionó, decidí caminar entre
los grandes pasillos, buscando a mis padres y mi hermano; revisé en la cocina,
la sala de estar y en el jardín, pero nada, ni un alma se encontraba ahí; subí
las escaleras cuidando de no caerme, llegue al último escalón, observe el
pasillo y las puertas cerradas, note que debajo de la de mis padres una tenue
luz parecía tener movimiento, camine hasta allí, toque tres veces, nadie me
respondió; entonces gire la manija tratando de no despertarlos, vi el televisor
prendido y el volumen en “silencio”; me adentre en las sombras de la habitación
y al ver la cama vacía un escalofrío recorrió mi columna vertebral, salí
corriendo en busca de mi hermano y al llegar a su habitación, abrí la puerta y
vi que también estaba vacía, un grito ahogado resonó en mi garganta cuando
detrás de mi escuche un suspiro entrecortado y a lo lejos alguien murmuraba “la
cena está servida”; la puerta se azotó, alguien bajo corriendo las escaleras,
abrí la puerta de golpe y corrí en busca del individuo; bajé las escaleras y vi
la luz del comedor encendida, me acerque y vi tres siluetas sentadas frente a
la mesa esperando; me acerque más y vi a mi mamá, mi papá y mi hermano; cada
uno miraba el platón que reposaba enfrente de ellos, sus ojos habían perdido
aquel brillo que los caracterizaba y su piel tenía un color diferente, mientras
más me acercaba podía distinguir la figura que tenían enfrente; era algo
amorfo, entre rosado y rojizo, salté hacia atrás y un grito salió de mi boca,
sus corazones fueron puestos frente a ellos y una tarjeta estaba recargada en una
botella de vino, la cual tenía escrito: “la cena está servida querida”; mi
vista se nublo y caí al piso, lo último que pude ver fue una sombra negra
acercándose a mía paso lento.
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